"Una monedita, ¿por
favor?"
Mirás al nene que tenés
enfrente. Tiene la ropa gastada, las zapatillas rotas. La cara sucia. Te hacés
el moralista. Creés que mejor sería darle algo para comer.
"Te doy un paquete de
galletitas ¿querés?" y el nene te mira, y como sabe que no vas a largarle
la bendita moneda, se encoje de hombros y te dice que sí.
Le das las galletitas. Tu
paquete empezado ayer en la oficina donde trabajás a medio horario porque
"nos pagan poco, así que tengo que compensar con menos horas". Y te
vas. Te vas contento porque hiciste algo bueno por un pibe de la calle. Porque
"al menos ahora va a tener algo en la panza, pobre criatura".
Te preguntás donde estarán
los padres. Te indignás porque "ellos deberían estar pidiendo, no el
nene". Seguís camino en tu auto. Unas cuadras más adelante, parás en un
semáforo. Ves a los malabaristas. "¿Por qué no se van a laburar?",
pensás. Para todo una moneda, dos pesos, cinco. "¿Sabrán estos cuánto
cuesta ganar cinco pesos? Seguro que no porque en su vida laburaron". El
nene te sigue rondando en la cabeza. Esos padres de mierda que se quedan en su
casa seguramente tomando cerveza, mientras el pibe pide moneditas en la calle.
Qué suerte que tiene tu
hijo ¿no? Él tiene padres responsables que laburan y pagan impuestos. Bueno, la
luz, el gas y el cable porque el inmobiliario es carísimo y si lo pagás se te
achica el sueldo y no podés irte de vacaciones en enero. Y las vacaciones son
tu merecido descanso. En la costa. Nada de lujos, por supuesto. Un departamentito
a dos cuadras del mar. Los jueguitos electrónicos a la tarde para el nene. Es lo
mínimo que merece tu familia.
Avanzás unas cuantas
cuadras más. Hay otro semáforo. Ahí viene uno de los pibes esos que lava los
parabrisas. "No maestro", le decís, "ya di", aclarás para
que no te mire feo. Sí, ya le diste al nene el medio paquete de galletitas. Y volvés
a pensar en esos padres de porquería que dejan a los pibes solos en la calle. No
tienen vergüenza.
Llegás a tu casa. Temprano
porque saliste antes de la oficina. Prendés la tele. Te muestra la
manifestación de los sin techo. "Estos vagos pide-planes. Otra cosa no
saben pedir, ¿por qué no van a trabajar?". Tu hijo te mira. Vos lo mirás
también. Recordás al nene de hoy. Vos sos diferente. A vos no te dan nada, te
lo ganás cada día y por eso podés mantener a tu familia. Aunque sabés que un
conocido te ayudó a entrar al laburo cuando la cosa estaba difícil. "Me lo
debía". Sí, te lo debía. Y vos no debés nada, claro.
Por un segundo pensás que
ese nene no puede llegar a su casa sin las moneditas necesarias. Que por eso se
queda hasta más tarde en la calle pidiendo. Al llegar a casa, sano y salvo de
casualidad, le de las pocas monedas que juntó a su mamá. Ella salió a vender
flores pero como es grande no le compraron nada, porque no da lástima. Junta la
plata del nene, de ella y la del papá que lava los parabrisas de los autos y
que varios hoy le dijeron "No maestro, ya di" y con lo poco que
tienen compran un cuarto de alitas para hacer un guiso para los cinco que son.
Sí, por un segundo lo
pensás. Pero lo descartás enseguida. No, los padres deben estar tirados en el
piso, borrachos, inconscientes. Sí, esa idea es más probable. Por suerte le
diste las galletitas al nene. Por suerte vos tenés laburo. Por suerte te valés
por vos mismo. Por suerte le enseñás valores a tu hijo. Por suerte...
Autora: Soledad Fernández
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