Abrió los ojos y cómo cuando uno
despierta de un letargo pronunciado, no supo donde se encontraba. Las imágenes
borrosas que le ofrecía aquella realidad lo obligaron a parpadear varias veces
en busca de nitidez visual y mental. Aunque poco logró, supo que era cuestión
de tiempo. Siempre lo era.
Miró sus manos y las observó rojas.
¿Sería acaso sangre real? No estaba del todo seguro, quizás había estado
“creando”. Se incorporó con dificultad al momento que notó que no se encontraba
en su estudio, no en el que recordaba haber estado. El desorden y el caos lo rodeaban
además de una penumbra espesa y un aroma desagradable que le indicaba que hacía
tiempo que se encontraba inconsciente allí.
Dio unos pasos y tropezó con algo, y
a pesar de agudizar su vista no pudo divisar qué era. ¿Tal vez otra persona? Era
un bulto inerte con total seguridad.
Entonces la luz de un flash lo trajo
a la realidad.
“¡Usted está loco!”, recordó. Sí, eso
se le vino primero a sus neuronas que aún estaban en aquella suspensión onírica.
-Usted está de lo más loco, amigo
–dijo el periodista que lo había ido a entrevistar-es uno de esos locos lindos
que necesita este mundo.
-Gracias
Luego de que concluyó la entrevista,
el periodista de aquel Magazine le preguntó si su compañero podría pasar a fotografiar
su estudio.
-Sí, ahora sí. Como verá el lugar
contiene innumerables piezas de gran valor para coleccionistas, por lo que debo
ser cauteloso. Por ello solo admito de a un visitante o en su caso,
entrevistador, a la vez. Para poder observarlo…
-¿Le han robado en el pasado?
-Sí, más de una vez… imagínese que lo
que poseo en este lugar está valuado en miles, sino millones de dólares.
-Pero…
-No subestime el poder del cine… esto
que usted ve es el nuevo arte contemporáneo. Esto que descansa aquí estuvo vivo
en algún film, fue parte de alguien, de algún prestigioso actor y eso hace que
su valuación sea enorme. De otra forma, usted no estaría aquí entrevistándome
¿no?
El joven periodista se retiró, perplejo.
Le habían dicho que el personaje al que entrevistaría tenía cierta egolatría,
pero las palabras del hombre que no tendría más de 40 años, lo dejaron
desencajado. “Arte contemporáneo”, pensó y lanzó una carcajada al aire. “Sólo
es un técnico en efectos especiales… ¿qué se cree?” y dejó el edificio donde
estaba el estudio del referente mundial en efectos especiales de Hollywood.
-Bienvenido –le dijo al fotógrafo.
-Gracias… sólo deseo tomar algunas
fotos de su trabajo y si no le parece mal, de usted junto a su creación, también.
El muchacho, un casi adolescente de
cabellos rojos y piel salpicada de pecas, comenzó a fotografiar. Se dirigió a
una vitrina donde había réplicas de los personajes de Aliens y disparó su
cámara. Luego fue hacia una momia de tamaño original y le pidió al especialista
que por favor posase a su lado y una vez más disparó. Los flashes se repetían uno
tras otro, como disparos que excitaban al especialista, inflando su ego.
"Es genial su obra, si me permite
decirle”, escuchó como en ecos lejanos. Nuevamente intentó recordar todo, pero
su mente se empecinaba en brindarle los hechos de forma cronológica. “Qué
estupidez”, pensó. Se acercó al bulto con el que había tropezado. Era el cuerpo
de un joven que yacía boca abajo. Reconoció
al fotógrafo y temió por su seguridad. Quizás habría alguien más escondido y
eso… ¿y si en realidad era uno de sus “episodios” como él denominaba a sus
ausencias? Últimamente se estaban repitiendo demasiado. El estrés, le había
dicho su médico ante la consulta por aquellas lagunas mentales.
-Tiene que dejar de trabajar tanto…
Cómo si eso fuese posible. Como si
pudiese detener al arte, a la creación o a los patrones. Sobre todo a estos
últimos. Si había un nuevo film él debía estar preparado y con todas sus luces.
-Si doctor, como usted diga.
Recordó su último trabajo, ese por el
que el periodista y el fotógrafo lo habían ido a entrevistar. “¿Cómo logra ese
realismo?”, fue una pregunta que el joven muchacho hizo al aire y luego nada.
Oscuridad y esa nube instalada en su cabeza.
Volvió a mirar su entorno. La
penumbra borraba los relieves, pero era un lugar conocido. Si, el estudio real.
No el de exhibiciones, sino el otro donde la “magia” sucedía. ¿Por qué estaban
allí? Entonces otro flash. El muchacho se estaba metiendo donde no debía. Fotografió
uno de los especímenes que aparecían en una película de terror, donde el rostro
de la joven estaba desfigurado porque le habían pasado una motosierra en su frente.
“Asombroso lo real que se ve”, dijo a la vez que notaba un trasfondo, una falsa
pared. Y no tuvo mejor idea que tocar sin preguntar. Y vio el pasadizo.
-No te enseñaron a pedir permiso,
muchacho-dijo El especialista al momento que empujaba al fotógrafo y este
rodaba escaleras abajo.
Malherido observó todo horrorizado.
Varias mesadas de acero estaban alineadas en un salón oscuro y con olor a
formol. Sobre ellas había lo que inocentemente el joven creyó eran maniquíes.
Al fondo se encontraba un piletón con más partes: brazos, piernas, torsos
asombrosamente reales. “¿Cómo logras ese realismo?”, escuchó el fotógrafo entre
carcajadas irónicas del especialista, mientras se daba cuenta de la realidad.
“Sellé mi destino”, pensó el
fotógrafo asustado, antes de recibir el golpe fatal.
El especialista observó una vez más
el estudio y el cuerpo. Entonces la laguna se fue aclarando y su mente volvió a
ser la de siempre. Miró el bulto, tomó la cámara de fotos y comenzó a
fotografiarlo. Esa pierna rota, doblada para un costado con el hueso apuntando
hacia arriba era maravillosa. La fotografió, así como también la cara del joven,
hinchada por el golpe. Los colores que le ofrecía aquel rostro eran magníficos.
Quizás la etapa de usar cadáveres del cementerio había terminado y ahora se
abría un camino nuevo: el de crear sus propios muertos. Aprender de ellos. Entenderlos.
Luego de finalizar con él sonrió
satisfecho, lo levantó con esfuerzo y lo llevó al piletón. Mientras lo
desnudaba y se disponía a trozarlo con su sierra eléctrica escuchó ruidos en el
piso superior. “De seguro es el periodista”, pensó con agrado sabiendo que la
próxima muestra fresca estaba arriba y esperando. “Ambos me servirán para la
nueva serie que comienza a rodarse esta semana”, se dijo satisfecho. Y miró
expectante hacia la escalera.
Autor: Misceláneas de la oscuridad –
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