Parte II
El hijo de Greta ¿era de ese hombre? Muy conveniente
o peligroso. En el estado en el que me encontraba no podía distinguir que sería
bueno para mi relación futura con Fátima. Necesitaba hacer algo y pronto. Antes
de que esa mujer bella y dulce se marchitara junto a ese cerdo que tenía como
esposo.
-Es suficiente información- le dije a mi amigo.
En ese momento, creo que Juan supo que ya nada podía
hacer para disuadirme de mi amor y mi pasión por Fátima… y creo que en realidad,
a final de cuentas esa nunca había sido su intención. Y se lo agradecí desde mi
corazón en ese momento. Nos levantamos y fuimos con las mujeres de la casa.
Cuando entramos al salón allí estaba ella. El sol la iluminaba tenuemente y su
belleza estaba exaltada. Podría jurar que en cuanto me vio, sus mejillas se
llenaron de color.
Esa tarde no le quité los ojos de encima a Fátima y
Juan, en varias oportunidades, me lo hizo notar aunque en un momento parecía
divertirse con la situación. Entonces, disimuladamente, yo le preguntaba alguna
tontería a ella para seguirla observando. Pero mi mente se encontraba a
kilómetros de allí. Estaba tramando la liberación del amor de mi vida de manos
del monstruo que era su esposo. ¡Tonto de mí! En ningún momento le pregunté a
ella que deseaba. Pero si lo hacía y me decía que yo estaba loco o que no la
molestara… ¿Qué haría entonces? Debía actuar solo y calladamente. Algo muy
dentro de mí me decía que ella correspondía este amor prohibido.
Al día siguiente me dirigí al prostíbulo donde Greta
trabajaba. Sin ganas y pensando en Fátima le hice el amor, si es que aún podía
seguir llamando a tal suceso de esa manera. Lo hice varias veces ya que no
debía levantar sospechas. Una vez finalizado el acto que fue bastante
desagradable y dificultoso he de decir, prendí un cigarro y comencé una charla
trivial. Ella dijo que extrañaba mi cuerpo, pero no me interesó. Fátima estaba
en todos los rincones de mi pensamiento y yo necesitaba saber si el hijo de
Greta era de Don Ocampo.
-Greta, escuché por ahí que tenés un hijo… ¿es
verdad?
No iba a dar demasiados rodeos con eso, así que fui
al grano. Ella dejó caer una lágrima y me contó una historia por cierto triste.
Unos años atrás Greta había tenido un cliente muy acomodado. Ese hombre al
parecer, se sentía frustrado con su mujer ya que no podían concebir un hijo. El
creía que tenía algo malo, que era estéril. Al tiempo de sus visitas
constataron que el problema no era de él. Pero cuando Greta le sugirió poner el
apellido Ocampo a su niño, sólo recibió un golpe en el rostro y miles de
insultos. Entonces, el niño fue dado en adopción ya que ella no podía cuidarlo.
Me partió el corazón. El tipo era peor de lo que yo me había imaginado. Por lo
que me reafirmó en mi decisión. Debía matarlo y desposar a su viuda.
Me fui de allí luego de pagarle a Greta por el
servicio prestado. Tenía una rara sensación en el estómago así que fui directo
a bañarme. Esa sería la última vez que visitaría a Greta, me lo prometí a mi
mismo. La única mujer que tocaría sería Fátima. No habría otro ser en mi vida
que no fuese ella. Cuando salí del lugar me pareció ver a alguien
conocido…Juan. Me sorprendió ya que en más de una vez había criticado mi
práctica. “Bien por él” me dije. Tal vez había dejado de ser mojigato de una
buena vez. El no me vio salir de allí. Se dirigió directamente a Greta. Al
parecer ella tenía una gran capacidad de convocatoria…
Mientras me dirigía a casa una pregunta rondaba por
mi mente: “¿Cómo mataría a ese hombre si ni siquiera lo conocía?” Debía
acercarme a él de alguna forma. Y en ese momento supe que necesitaría ayuda. Debía
acudir nuevamente a Juan. Y por obvias razones, iría al día siguiente. Esa
noche, amé a Fátima otra vez en mis sueños.
Al día siguiente, cuando entré a la sala de la
mansión de mi amigo, para sorpresa de mis neuronas desesperadas, me recibió
Fátima. El resto de la familia se había retirado a realizar diferentes
diligencias, por lo que ella estaba sola. La devoré con la mirada mientras ella
me explicaba los motivos de su soledad momentánea. La desnudé con mi vista y mi
pensamiento la recorrió nuevamente una y otra vez. Eso me ayudó a quitar de mi
mente a Greta. Le pregunte acerca de su esposo, así como al pasar. A que se
dedicaba y donde vivía con él. Me sorprendió gratamente la cantidad de datos
que me brindó. Me dio la sensación de que ella podía leer mis pensamientos y
que el aporte de sus detalles era dado a sabiendas de mi plan siniestro. Sentí
que ella me rogaba por su libertad y por mí. Por mi cuerpo que debía fusionarse
al de ella lo más pronto posible. En ese momento estuve seguro de mis
decisiones.
Tomamos el té y ella me contó que su esposo la
vendría a buscar en una semana. De pronto me encontré invitándola a ella y a su
consorte a cenar a mi residencia. Tenía una semana para planificar todo. En una
semana ella sería mía para siempre…
Me despedí de Fátima con beso en su mano. Me llené
de su aroma a mujer y me fui a casa a finalizar los detalles del plan.
La semana pasó como en cuentagotas. Cada día se me
antojaba eterno y caprichosamente solitario. Sin embargo, el día fatal estaba a
la vuelta de la esquina. El momento en que tomaría las riendas de mi destino ya
estaba allí.
Cuando la hora llegó sólo estábamos mi hermana menor
y yo. Ella siempre fue mi compañera de desventuras y la que conocía mis más
oscuros pensamientos y deseos. También era ella quien me aconsejaba sabiamente
a pesar de sus cortos años. Yo le había contado a medias mi plan. Y digo a medias
porque omití la parte del final. Lo único que le dije fue que lo confrontaría.
Que necesitaba de ella solo el entretenimiento a Fátima. Y accedió.
Las cocineras prepararon un exquisito banquete del que
yo no pude probar ni una pizca por los nervios. Estaba alterado por el simple
hecho de estar con ella en mi casa y con ese hombre al que pronto eliminaría.
Era simple. En un rato lo llevaría con alguna excusa a la biblioteca y allí le
dispararía en el corazón. Luego me largaría de allí con Fátima…
Cuando el momento propicio llegó, me levante de la
mesa e invité a Don Ocampo que poco había dicho en toda la velada, a mi
biblioteca. Le dije que quería mostrarle una nueva adquisición y el hombre
increíblemente me siguió. Fátima se quedó con mi querida hermana. El plan
marchaba a la perfección.
Don Ocampo se acercó a mis libros depositados en los
numerosos estantes. La verdad, mi biblioteca era realmente de admirar. Cuando
me dio la espalda, tomé el revolver que mi padre me había regalado unos años
atrás. Un arma hermosamente decorada en plata. La saqué del cajón de mi
escritorio, silenciosamente y le apunté. En ese momento tuve un instante de
duda. Las fuerzas del bien y del mal se jugaron una batalla en mí y
desgraciadamente el mal ganó. En ese momento, el hombre se dio vuelta y me miró
con asombro.
-Esto es por Fátima…y por Greta…y por tu hijo no
reconocido
Y disparé sin piedad.
Te preguntarás entonces, que pasó. Don Ocampo cayó
desplomado en un charco de sangre. La muerte sobrevino casi inmediatamente. Me
quedé quieto. El plan se había llevado adelante. El hombre estaba muerto.
Entonces, tras escuchar el disparo llegaron mi hermana y Fátima.
Al entrar mi querida hermana gritó horrorizada.
Nunca se había encontrado con un cuadro semejante. Ni siquiera en sus sueños.
Pero Fátima…Fátima se acercó a mí, me miró con tristeza en el rostro y en el
instante en que yo creí que lloraría o me diría algo, nada. Solo me arrebató el
arma y se disparó.
¿Y que pasó después? ¿Además de que Juan heredó todo
y se fugó con Greta? Fátima se convirtió en mi compañera, mi eterna pesadilla y
mi perdición. Pero la verdad, no importa…ya no importa que pasó después.
Autor: Miscelaneas de la oscuridad
Autor: Miscelaneas de la oscuridad
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