sábado, 2 de enero de 2016

Cacería







Corré. No pares. No es el momento. No mires atrás. Sabés que si te descuidás un segundo, todo se va a la mierda. Aunque minutos atrás lo tiraste al carajo. ¿Qué tiraste? Tu vida. Sí. Tu existencia se fue por el caño. Por testarudo. Por estúpido. ¡No pares! ¿No ves que te alcanza? No recuerdes. ¿Para qué? ¿Que si ella te amaba? Todavía no entendés nada. Sos el mismo idiota de siempre. Desconfiado. Egocéntrico. Inmaduro. ¡Seguí! Él viene detrás de vos. Te persigue. ¿Sentís la muerte en tu nuca? Te respira ese hedor a podrido mezclado con azufre. Lo merecés por bastardo.

Ella siempre te amo. ¿Y vos? ¿Qué hiciste con ella? La trataste como un trapo de piso. Como tu puta personal. Lo único que hacías era ir a saciar tu sed masculina. Ja. Ahora ¿cuánto te cuesta esa sed? Tarado. Ella solo pedía amor. Ella te necesitaba a vos. ¡No pares! ¡Corré!

Ella era el ser más dulce del mundo. Sólo quería una familia. Sentirse amada y protegida. Una vida normal. Pero vos querías aventuras. Querías sentirte libre y poder volar. Como un pájaro, le decías. Y ella aceptaba tus embustes y en las noches solitarias lloraba sin consuelo mientras vos... vos andabas con todas.

¡Corré! Escondete en este callejón. Entre la basura  y la mugre, entre las ratas y el olor a podrido. Sabés muy bien que pertenecés a este lugar. Suspirás. Le jurás a Dios boludeces sin sentido. Prometés. ¿Qué podes prometer si ya rompiste todas las promesas? Tal vez no te encuentre. Tal vez te perdone la vida. Esa miserable vida que no merecés vivir. No ahora. No jamás.

Te relajas durante un breve momento ¿Te sentís seguro? Respirá hondo. Recuperate. Porque no te va a ser tan fácil. Ya no. Esta va a ser una noche larga y si no, será una lenta agonía. Porque él te va a hacer sufrir como ella sufrió por vos.

No entendiste nunca el corazón de ella. Tus ausencias fueron destruyendo su espíritu. Su dulzura y su luz se fueron extinguiendo. ¡Ah! Pero había alguien atento. Un él que observaba el deterioro de tu princesa.

Shh. Silencio. No respires. Alguien viene. ¿Sentís los pasos que se acercan en la oscuridad? ¿Sentís tu piel erizarse, tu nuca tensa, tu respiración entrecortada? Si. Seguro que él sabe que estas acá. ¿Qué esperás? ¡Corré!

Los minutos pasan. Ya no te da el cuerpo. Tus músculos se acalambran. La cabeza te da vueltas. Pensás en ella. En como una tarde no pudo más con tu ausencia. En como luego de contarle a él por teléfono su sufrimiento, sumergió su futuro en agua helada y su alma se condenó para siempre. Horas más tarde, él la encontró pálida, inerte. Él la lloro. No como vos que sos un insensible. No como vos que dijiste "seguro que era depresiva". Entendelo: vos la deprimiste.

¿Seguís corriendo? No lo hagas. Ya es tarde. Él te encontró... Fijate, ahí está. Miralo a los ojos. Observá su dolor. Es genuino. No huyas más. No hay escapatoria. Él te encontró y te va a dar caza. Hacete un favor y morí como hombre. Y andá directo al infierno.


Autor: Soledad Fernández – Todos los derechos reservados 2016

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