¿Cómo podés olvidarte Lucía? ¿Cómo no te acordás haber hecho
esto, querida? Por favor, ¡prestá atención! Dejá de mirarte en ese estúpido
espejo y prestame atención. A veces creo que le hablo a una pared. ¡A una
maldita pared!
Te escucho. No quiero,
pero te escucho. ¿No te das cuenta? Mis oídos retumban por tus palabras. Y sí, me
miro al espejo. Lo hago para sentirme real. Creo que voy a desvanecerme para
siempre si no me miro. Desapareceré, estoy segura.
Siempre tan melodramática. Sería interesante que
desaparecieras. No imagino una situación así, aunque no sería la primera vez
que te pierdo de vista. Tenés esa capacidad de porquería de… Está bien. No sé qué
sería de nosotras sin vos. ¿Querés escuchar eso? Te lo digo. Te necesitamos. ¡Dejá
de pavear! Decime, ¿qué hacemos con esto? Con este desastre.
No hacemos nada. Porque no
quiero escucharte más. ¿Qué querés que haga? ¿Que me ponga a limpiar? No estoy
para esas banalidades, mi querida. Este desastre no es mío. Encargate vos. Sabés
dar órdenes, imagino que sabés limpiar. Yo por lo pronto, me seguiré cepillando
el pelo. Podría quedarme acá para siempre…está lindo acá. En este sillón, con
esta ropa, en esta habitación. Sí, me voy a quedar siempre acá.
¿Y el olor? ¿Qué hacemos con este olor terrible? Yo no
entiendo cómo hacés ciertas cosas y…
¿Y que? Lo único preocupante
es que si no recuerdo haber hecho esto, ¿cuántas cosas más olvidé? Eso sí es
terrible. Olvidar, volverme vieja. Arrugarme para siempre. Eso es espantoso. Envejecer…
¿por qué mi mente hace estas cosas? No sé para qué te pregunto si no quiero
escucharte. Pero cuando te callás el silencio me agobia. Me maltrata. Tal vez
prefiero escucharte después de todo. Quizás alguna teoría…quizás algo que me
haga recordar.
¿Así que ahora querés escucharme?
Es que tenés razón. No sé
hacer esto sin vos. Te necesito… ¿me perdonás? No te lo voy a repetir. Sabés lo
que me cuesta pedir perdón…sobre todo a vos. Así que si me vas a perdonar
hacelo de una vez… no sé que hacer con este lío…quizás si recordara qué pasó
sería más fácil hacer lo correcto…
¿Lo correcto? ¡No me hagas reír! Por favor Lucía, sos tan
egoísta…te voy a ayudar sólo porque no quiero quedar pegada a esto. Porque si
alguien se entera vamos a terminar mal las dos. Aunque no se…por ahí tendría
que llamar a alguien ¿Y dónde está la otra? ¿Se esconde ahora?
Dejala. Ella es débil.
Debe andar por ahí. Debe estar escondida en algún placar. Hablame a mí.
Necesito recordar. No llames a nadie, por favor. Hablame…
A ver. Te voy a hablar con paciencia pero primero tenés que pararte.
Dale, parate y al menos fijate si lo conocés. Porque así no podemos hacer nada.
Estamos en el aire…
Y vos ¿no lo conocés?
Estoy tan cansada…mi cuerpo está blando, como si alguien me hubiese sacudido.
Por ahí él quiso robarnos y me pegó…mirá tengo un moretón acá. ¿No es raro eso?
Dale, no puedo pararme. Fijate vos.
¡Lucía, carajo! Levantate y miralo.
Está bien. No te enojes
conmigo. Soy fuerte pero no tanto. A ver. No parece un ladrón para nada. Su
pelo es tan lindo. Es lacio, oscuro. Está cuidado. Huele bien…no cómo un
mendigo que quiere robar. Me gusta su pelo.
¿Te acordás de él?
De su pelo no…
¡Mirale la cara por Dios!
Está bien, no me grites
porque vuelvo a mi espejo y no me levanto más.
Dale, fijate. Colaborá por favor…por mí.
Parece tan pacífico…es muy
lindo…¡su rostro es muy hermoso como su pelo! ¿qué hace aquí alguien así con
nosotras? Es como esas historias de las novelas. Un desconocido aparece y ella
se enamora…yo me enamoraría de él. ¿Cómo se llamará? Le voy a poner…Franco. Sí,
se va a llamar Franco. Pero no sé quién es…tal vez lo trajiste vos acá. Tal vez
es uno de…
¿Uno de qué? Ni lo digas en voz alta. Yo no lo traje. Si
querés pensamos juntas pero ni se te ocurra endilgarme esto a mí. Fuiste vos…
¿Cómo estás tan segura de
eso? Estás insistiendo desde hoy con que yo fui la culpable y no recuerdo
nada…seguro que fuiste vos. ¿Por qué no me contás de dónde lo conocés? Estoy
segura de que lo viste antes, en algún lugar. Yo me acordaría de alguien tan hermoso…si
me contás, quizás recuerde algo…
A ver…pensá un poco…ayer fuimos a comprar ese vestido que
tanto te gustaba. ¿No te acordás de eso?
Si, me acuerdo. Me acuerdo
que salimos las dos juntas. Era la mañana y había sol. El chofer nos dejó en la
avenida ancha…donde están todos esos locales de ropa. Tan hermoso es todo ahí…
Lo es. Yo te tomé del brazo porque no te gusta estar sola en la
calle. Aunque perfectamente podrías hacerlo. Y entramos a aquel negocio.
Había tantos vestidos, tan
lindos. Recuerdo una campanada. Una puerta abierta y el sol asomando. Rebotó en
el mostrador de vidrio y me incandiló…
Alguien abrió la puerta y vos miraste quién entraba y luego…
Era él. Vos desapareciste
enseguida que entró. ¿Por qué lo hiciste? Sabés que no me gusta estar sola…
No importa, seguí…
Él pareció conocerme
enseguida. ¿Quién es? Él me miró. Sentí que me desnudaba con sus ojos. Era muy
intenso. “¿Cómo estás Lucía?”, me dijo y yo enmudecí. Creo que dije hola. No
estoy segura. Mi corazón estaba muy acelerado y sabés que pasa cuando se me
acelera el corazón. Mariposas, sí. Él tomó mi mano. Su piel tan suave sobre mi
mano. Mis piernas temblaron. Yo solo quería volver acá porque en esta
habitación me siento segura. Con mi espejo. Tenía miedo de desaparecer entre
sus brazos, en sus ojos. Creo que me desvanecí en él. En su hermosura. Él me llevó
afuera. Ya no había más vestidos interesantes. Sólo él. Y luego…nada.
Creo que recuerdo algo…
Pero vos no estabas ahí. Estoy
segura. Habías desaparecido como siempre. Me abandonaste, me dejaste sola ¡maldita
desgraciada! Esto es culpa tuya. Él es culpa tuya.
¡No me grites! ¿Vos creés que sos la única que sintió algo
por él? ¡Yo lo amaba! Y no te acordabas de él… ¡miles de veces lo viste
conmigo! ¡Miles de veces estuvimos con él! Y lo peor, se entregó a vos con
tanta soltura. ¡Hipócrita! Eso es él. Un hipócrita que se merece todo esto. Él
tenía que decidir. Él tenía que decidir…
¿Qué hiciste?
Nada. Solo lo amé…
¿Cómo lo amaste? ¡Sos una mentirosa!
Prostituta barata, eso sos
Pará…dejá que te explique. ¿Me dejás Lucita?
No me digas así…no merecés
llamarme así. Me duele el pecho, el corazón. Lo tengo roto por culpa tuya y
encima me querés culpar por cosas que no hice. Por situaciones que yo no
provoqué…él es tan lindo…creo que también lo amo y vos arruinaste todo. Miralo,
mirá lo que es…su piel tan blanca, tan suave…debe haber sido hermoso sentirlo
dentro tuyo…maldita. Esa tenía que ser yo. No vos mujerzuela rebajada.
Para Lucía…pará que yo no hice nada. Está todo tan borroso.
Cuando vos te fuiste él me miró y entendí que era yo a la que amaba. Estábamos
en el pasillo de afuera. Él me besó en los labios y pude sentirlo jugueteando
en mi boca. Jamás lo había sentido…seguramente eso lo hacía con vos…y la verdad
no me importó nada. Sus manos bajaron a mi pecho y sentí su piel a través del
vestido cuando me rozó con sus dedos. Me estremecí y lo dejé. Dejé que sus
manos se apropiaran de mi cuerpo. Abrí la puerta y a los tumbos entramos.
¿Acá? ¿Entraste con él
acá? ¿Estás loca? ¡Fuiste vos!
¡No! Te digo que yo no fui. Él me estaba quitando el vestido…me
llevó hasta la cama… y nos interrumpió la mojigata que vive con nosotras. Me
aplastó con su presencia y él no entendió mucho que pasaba. Me desvanecí como
cada vez que ella aparece. Sentí vergüenza y me fui. Así que no puedo decirte
nada más. Cuando volví me encontré con esto, con la sangre. Con vos mirándote
al espejo ida como cada vez que pasa algo grave.
¿Está muerto?
No sé. Fijate. Buscale pulso.
No puedo…no puedo. Lo amo
demasiado. Ahora recuerdo su amor, el nuestro. Es lo peor que nos pudo haber pasado.
“Yo sé que paso…”
Apareciste…¿dónde estabas?
Dejala. No la apabulles.
Vení cariño… ¿qué pasó? ¿Qué viste?
“Yo estuve en ese momento…”
¿En qué momento? No tengas
miedo. Sé que no sos capaz de dañar…
“Él estaba acá dentro. No
sé como apareció. Pero de repente estaba sobre mí. En esa cama. Sentí su…su…¡él
estaba dentro mío! Su cuerpo aplastando el mío. No podía respirar. Me tocaba,
me besaba. Sus manos estaban por todos lados. Fue igual…igual que cuando el tío
nos hizo eso. Fue igual. Grité. Me lo saqué de encima y él no entendió nada. Me
gritó loca. Y yo solo podía ver su masculinidad expuesta. Me dio asco y miedo.
Vi al tío. ¡Lo vi en él!”
¿Qué hiciste, por Dios?
“Dios no existe. No para
nosotras. ¿No entienden? ¡Él me violó! El me violó y ustedes no estaban. Como
cuando éramos chicas. Pasó lo mismo. Exactamente lo mismo.”
¡El nos amaba! ¿No entendés que no es lo mismo? Lucía
explicale que no es lo mismo.
Ya no puedo explicarle
nada.
Y por qué…cómo…¿Qué pasó después?
“Él me miró a los ojos.
Tal vez las buscaba a ustedes ahí. No sé. Entonces quiso besarme otra vez y yo
desesperada le clave el abrecartas en el pecho… la sangre brotó a chorros y nos
manchó. ¿No ves Lucía? ¿No ves la sangre en tu piel? Esto es culpa tuya Lucía.
Si hubieses tomado la píldora…”
No me gusta la maldita
píldora. Ustedes se van cuando la tomo y me siento tan sola…mareada. No soy yo
cuando la tomo.
No llores Lucía. Tenés que tomarla. Es por nuestro bien. No
hay alternativa.
Voy a quedarme sola con
este desastre, ¿verdad?
Te amamos Lucía, pero así debe ser. Tomá la pastilla y nos
vemos pronto. La policía ya viene. ¿Escuchás la sirena? Yo los llamé. Esto no
puede quedar así nomas
Lo sé…por eso lo voy a
terminar…con el mismo dolor que él padeció voy terminar con el mío. A fin de
cuentas la única persona que me amó ya no está. Es lógico que lo siga. Él no
sabía de las pastillas ni de ustedes…pobre. Él me amaba con mis dudas, con mi
pasado. Él es mi futuro aun así, inerte. Las voy a extrañar, pero a él mucho
más.
Autor: Soledad Fernández –
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