domingo, 12 de noviembre de 2017

No más drama por hoy







Basta de drama. Sí, eso lo dijiste tantas veces que ya suena a chiste. Mirate cómo estás. Parecés una zombi que se arrastra entre las tinieblas. Un ente sin alma, perdido, desquiciado. La oscuridad te invade como una tormenta maliciosa. Como el humo negro y pestilente de lo podrido cuando se quema. 


Pero claro, hay que perdonarte porque sos una joven despechada. Una amante a la que han dejado de lado y que camina en busca de ¿qué? Ah, ya entiendo. Querés recuperar el tiempo perdido. Ilusa. Pero no me hagas caso. Yo no existo. O quizás sí. Tal vez soy parte tuya. Esa parte trastornada que quedó luego del abandono. O tal vez soy tu salvavidas. Vos decidís en todo caso, si querés drama hoy. 


No te interesa, ¿verdad? Lo sé porque seguís con tu caminata errática aunque decidida, con un objetivo claro. Tendrás la mente despejada, imagino. Aunque lo dudo, en realidad. si podés escucharme, estás más que trastornada. Pero así son las cosas. Dale, ¿por qué no parás un poco? Tal vez si descansaras… podés volver, pensarlo mejor. Pero seguís caminando. Todo esto te hace daño. ¿No lo ves? Claro que no. Estás ciega. Me doy cuenta de tu estado mental al ver tu rostro endurecido, tus manos tensas. Tus nudillos blancos de tanto apretar el puño. Tu cuerpo encorvado, flaco y huesudo, que apenas puede dar un paso y luego otro. Esa es la actitud que me preocupa. 


¡Basta de drama! Ya sé que estás cansada. Pero llevás horas caminando y quizá sea tiempo de dejarlo partir. De que todo siga su curso. ¡No me ignores maldita estúpida!  Ah, ahora te frenás y me prestás atención. Sos hija del rigor como todos. Te ciegan los sentimientos, los más bajos y deplorables. Aunque hay algo, una señal de que te influyo. Pero no. ¿Sabías que cada vez que tu enojo empeora, una tormenta negra se cierne sobre tu cabeza? Claro que no sabés. No sabés nada. No sabés a dónde vas ni por qué. Lo único que te mueve, que te hace avanzar es ese sentimiento oscuro. Por él. 


Pensar que eran tan unidos. ¿Qué cambió? ¡Basta de drama! Sí, seguís diciendo eso. Es lo único que podés decir ahora. Pero yo sé que pasó. No querés recordar pero es mi obligación hacerlo. ¡Él era tan maravilloso! Acordate cuando lo viste por primera vez en aquella plaza. Era primavera. Tal vez tus hormonas se encontraban alborotadas o quizás era el momento perfecto para los dos. Vos quisiste pensar eso y te lo concedo. Yo tengo mis dudas. En fin. Lo observaste durante largo rato, escondida detrás de un árbol. Sola como ahora. Aunque con otro sentir en tu pecho. Quizás anticipación. Tal vez deja vu. Porque ya habías vivido eso. Con otro. Pero no queremos recordar eso ¿verdad? No, no nos conviene. 


Volviendo a él, a Max. ¡Si te hubieras visto! Con esos ojos de cachorro enamorado y la libido exaltada. Así estabas mi amiga. Así de patética. Sus rasgos eran tan atractivos que casi rozaban lo femenino. Y caíste a sus pies como una tonta enamorada de las novelas. Embobada como un niño cuando ve un juguete nuevo y te dijiste “Debe ser mío”. No importaba quién era él. Qué hacía o que te podía ofrecer. Importaba tu deseo. Esa necesidad baja y morbosa de posesión de un tesoro. Una joya. Esa belleza debía ser tuya. Él debía rendirse a tus pies y adorarte. 


Por un tiempo lo hizo. Qué tonto. Él no te conocía en lo absoluto. No como yo que sé de qué van tus sentimientos más profundos. Sé qué te moviliza. Lo que tu corazón marchito desea con furor. Max, por el contrario, era un ignorante de tus bajezas. Y cayó en la trampa de tus maneras delicadas. Creyó que eras una princesa. Creyó que debía rescatarte. 


No vio venir tus depresiones, tus dudas e inseguridades. Él no sabía de esos agujeros negros en los que caías sin razón y que arrasaban todo a su camino. No conocía tu pasado esquizoide y tétrico. Max sufrió por vos sin entender que así eras. Que no necesitabas ayuda porque no la querías. Y se fue alejando. Lentamente lo perdiste como se extravían las cosas que no se usan, que no significan nada ya. Entonces, como buen macho que necesita reafirmar su hombría, él encontró consuelo. En otra. Y te citó hoy para contarte. Para decirte que ya no puede más con vos. Que se rinde. Que te amó con locura pero que ya no puede más. Te dice en la cara que se acostó con otra. ¡Estúpido! Él debía callar. Vos no querés su drama, su engaño. Pero Max es tan bocón…


¿Entendés que el drama recién comienza? Imaginate las noches que vas a pasar llorándolo. No quiero hacerte enojar más, pero... Te frenás ¿por qué? entendés que ya está, que no hay vuelta atrás. ¿Es eso? Podés dejarlo así. Podés marcharte con dignidad. Pero no. Él debe entender que es tuyo y que no le diste libertad de decisión. Si aceptaras mi consejo te diría que lo dejaras ir, que de nada sirve el castigo. Si aceptaras lo que te digo dejarías el cuchillo y le permitirías vivir. Dejalo ir. Dejá el cuchillo. Dejá que viva. 


Veo que tu lado bueno, como siempre, pierde. Debo ser espectador de otro crimen. No puedo frenarte. Lo intento pero no. Tomo posesión de tu cuerpo. Me interno en tus venas, estimulo tus músculos. Quiero desviarte. Pero tu lado maquiavélico es poderoso y me domina, como siempre. Me ahoga, me estrangula y me convierte en cómplice. Tu mano vence mi resistencia y con una daga atravesás su corazón. En el mismo lugar que te duele. Como te lo clavaron a vos tantas veces. Max es el resumen de tus fallas. La viva imagen de tu fracaso. Y no hay piedad. "Basta de drama", le decís con asco. La oscuridad gana otra vez. Y  luego de derramar toda esa sangre te vas, con una sonrisa victoriosa, en busca de otro príncipe para dominar.



Autora: Soledad Fernández (Misceláneas) - Todos los derechos reservados 2017

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