Basta de drama. Sí, eso lo dijiste tantas veces que ya suena a
chiste. Mirate cómo estás. Parecés una zombi que se arrastra entre las
tinieblas. Un ente sin alma, perdido, desquiciado. La oscuridad te invade como
una tormenta maliciosa. Como el humo negro y pestilente de lo podrido cuando se
quema.
Pero claro, hay que perdonarte porque sos una joven
despechada. Una amante a la que han dejado de lado y que camina en busca de
¿qué? Ah, ya entiendo. Querés recuperar el tiempo perdido. Ilusa. Pero no me hagas
caso. Yo no existo. O quizás sí. Tal vez soy parte tuya. Esa parte trastornada
que quedó luego del abandono. O tal vez soy tu salvavidas. Vos decidís en todo
caso, si querés drama hoy.
No te interesa, ¿verdad? Lo sé porque seguís con tu
caminata errática aunque decidida, con un objetivo claro. Tendrás la mente despejada, imagino. Aunque lo dudo, en realidad. si podés escucharme, estás más que trastornada. Pero así son las cosas. Dale, ¿por
qué no parás un poco? Tal vez si descansaras… podés volver, pensarlo mejor. Pero
seguís caminando. Todo esto te hace daño. ¿No lo ves? Claro que no. Estás
ciega. Me doy cuenta de tu estado mental al ver tu rostro endurecido, tus manos tensas. Tus nudillos
blancos de tanto apretar el puño. Tu cuerpo encorvado, flaco y huesudo, que
apenas puede dar un paso y luego otro. Esa es la actitud que me preocupa.
¡Basta de drama! Ya sé que estás cansada. Pero llevás horas caminando
y quizá sea tiempo de dejarlo partir. De que todo siga su curso. ¡No me ignores
maldita estúpida! Ah, ahora te frenás y
me prestás atención. Sos hija del rigor como todos. Te ciegan los sentimientos,
los más bajos y deplorables. Aunque hay algo, una señal de que te influyo. Pero
no. ¿Sabías que cada vez que tu enojo empeora, una tormenta negra se cierne
sobre tu cabeza? Claro que no sabés. No sabés nada. No sabés a dónde vas ni por
qué. Lo único que te mueve, que te hace avanzar es ese sentimiento oscuro. Por
él.
Pensar que eran tan unidos. ¿Qué cambió? ¡Basta de drama! Sí, seguís diciendo
eso. Es lo único que podés decir ahora. Pero yo sé que pasó. No querés recordar
pero es mi obligación hacerlo. ¡Él era tan maravilloso! Acordate cuando lo
viste por primera vez en aquella plaza. Era primavera. Tal vez tus hormonas se
encontraban alborotadas o quizás era el momento perfecto para los dos. Vos quisiste
pensar eso y te lo concedo. Yo tengo mis dudas. En fin. Lo observaste durante
largo rato, escondida detrás de un árbol. Sola como ahora. Aunque con otro sentir
en tu pecho. Quizás anticipación. Tal vez deja vu. Porque ya habías vivido eso.
Con otro. Pero no queremos recordar eso ¿verdad? No, no nos conviene.
Volviendo a él, a Max. ¡Si te hubieras visto! Con esos
ojos de cachorro enamorado y la libido exaltada. Así estabas mi amiga. Así de
patética. Sus rasgos eran tan atractivos que casi rozaban lo femenino. Y caíste
a sus pies como una tonta enamorada de las novelas. Embobada como un niño
cuando ve un juguete nuevo y te dijiste “Debe ser mío”. No importaba quién era
él. Qué hacía o que te podía ofrecer. Importaba tu deseo. Esa necesidad baja y
morbosa de posesión de un tesoro. Una joya. Esa belleza debía ser tuya. Él
debía rendirse a tus pies y adorarte.
Por un tiempo lo hizo. Qué tonto. Él no te conocía en
lo absoluto. No como yo que sé de qué van tus sentimientos más profundos. Sé
qué te moviliza. Lo que tu corazón marchito desea con furor. Max, por el
contrario, era un ignorante de tus bajezas. Y cayó en la trampa de tus maneras
delicadas. Creyó que eras una princesa. Creyó que debía rescatarte.
No vio venir tus depresiones, tus dudas e
inseguridades. Él no sabía de esos agujeros negros en los que caías sin razón y
que arrasaban todo a su camino. No conocía tu pasado esquizoide y tétrico. Max
sufrió por vos sin entender que así eras. Que no necesitabas ayuda porque no la
querías. Y se fue alejando. Lentamente lo perdiste como se extravían las cosas
que no se usan, que no significan nada ya. Entonces, como buen macho que
necesita reafirmar su hombría, él encontró consuelo. En otra. Y te citó hoy
para contarte. Para decirte que ya no puede más con vos. Que se rinde. Que te
amó con locura pero que ya no puede más. Te dice en la cara que se acostó con
otra. ¡Estúpido! Él debía callar. Vos no querés su drama, su engaño. Pero Max
es tan bocón…
¿Entendés que el drama recién comienza? Imaginate las
noches que vas a pasar llorándolo. No quiero hacerte enojar más, pero... Te
frenás ¿por qué? entendés que ya está, que no hay vuelta atrás. ¿Es eso? Podés
dejarlo así. Podés marcharte con dignidad. Pero no. Él debe entender que es
tuyo y que no le diste libertad de decisión. Si aceptaras mi consejo te diría
que lo dejaras ir, que de nada sirve el castigo. Si aceptaras lo que te digo
dejarías el cuchillo y le permitirías vivir. Dejalo ir. Dejá el cuchillo. Dejá
que viva.
Veo que tu lado bueno, como siempre, pierde. Debo ser
espectador de otro crimen. No puedo frenarte. Lo intento pero no. Tomo posesión
de tu cuerpo. Me interno en tus venas, estimulo tus músculos. Quiero desviarte.
Pero tu lado maquiavélico es poderoso y me domina, como siempre. Me ahoga, me
estrangula y me convierte en cómplice. Tu mano vence mi resistencia y con una
daga atravesás su corazón. En el mismo lugar que te duele. Como te lo clavaron
a vos tantas veces. Max es el resumen de tus fallas. La viva imagen de tu
fracaso. Y no hay piedad. "Basta de
drama", le decís con asco. La oscuridad gana otra vez. Y luego de derramar toda esa sangre te vas, con
una sonrisa victoriosa, en busca de otro príncipe para dominar.
Autora: Soledad Fernández (Misceláneas) - Todos los
derechos reservados 2017
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