Fue en abril cuando la Parca se tomó una licencia y para ello
no tuvo mejor idea que dejar de reemplazo al Ángel de la Guarda.
Una vez que aquél respondió afirmativamente a su pedido, hizo
sus valijas y desapareció. Si, literalmente desapareció y ya nadie supo dónde
ubicarla. Lo cual fue un problema interesante como verán.
Ya al minuto casi de estar activo, el ángel de la
guarda-muerte fue convocado: un accidente de tránsito en cadena dejaría libres
a varias almas que él debería recolectar. Hasta allí se dirigió aunque un
problema surgió de inmediato, ya que su sensor de protección se activó por esas
mismas almas. Conclusión: al llegar al lugar, el angelito tuvo un brote
psicótico y también desapareció, y el caos se hizo rey y mandante de ese lugar.
Así fue que con la Muerte de vacaciones y su reemplazo
prácticamente en coma mental, las cosas se pusieron patas arriba. Lo primero
que se intentó hacer fue hallar al ángel traumatizado. A su encuentro fue un
grupo de ángeles misericordiosos y lo hallaron varias horas después: estaba
junto a una nube, sentado, hablando solo y meciéndose para adelante y para
atrás. Si, ya no podría con su encargo.
El resto de los ángeles, alarmados, al ver lo que estaba
sucediendo, quiso hacer algo para ayudar; porque mientras esto ocurría en el
cielo, en la Tierra cosas extrañas comenzaron a suceder.
Manolo era un hombre de mediana edad, algo escuálido y con un
trabajo que no le producía más que dolores de cabeza. Esa mañana se había
quedado dormido y por ello lo habían despedido. Además y para colmo de males,
su mujer lo había abandonado por su jefe, todo en el mismo día. Como
consecuencia, el pobre ser humano tomó la peor decisión de su existencia:
terminaría con su vida.
Tomó una cuerda, la anudó como decía en una de esas páginas
de internet y se la colocó alrededor de su cuello después de haberla atado por
el otro extremo a un tirante de madera. Luego de ello, se subió a la mesa y
desde allí se arrojó al vacío.
Lo primero que sintió fue un crack en su cuello y un
hormigueo en sus miembros. Y luego esperó. Esperó por un rato largo a que la
muerte llegase, pero por supuesto, ésta no estaba en los lugares que solía
frecuentar. Y lo peor de todo fue que al bajarse, su cabeza pendía para uno de
los costados, provocándole más amargura de la que ya tenía en su alma.
Lo mismo le sucedió a Harris, un timador al que la mafia
local había desenmascarado. Llevaba resistiendo varias horas de tortura, por lo
que el capo mafia consideró que el final debía llegar. Entonces se acercó con
un revólver y liberó el cargador entero en el pecho de Harris. La sangre salió
brotando de todos los hoyos y hasta de la boca, pero luego de aquello y a pesar
del dolor, el hombre continuó respirando. Los mafiosos se miraron entre sí, sin
entender qué sucedía y decidieron que Harris debía morir de otra manera.
Entonces clavaron un puñal en su estómago. Y para asombro de todos, incluido el
propio Harris, nada sucedió en absoluto.
Un silencio no-mortal se hizo presente entre los hombres.
Todos se miraron desconcertados y el terror los inundó. Entonces Harris comenzó
a reír a carcajadas. Eran risotadas burbujeantes de sangre que se convirtieron
en un cuadro más que grotesco: del inframundo, o de esa manera lo creyeron los
atacantes.
Así fue que los mafiosos pálidos y desorientados huyeron del
lugar, dejando a Harris atado en la silla, riendo y muy vivito.
Entre tanto en el hospital local, las camas se abarrotaban de
personas moribundas que no morían y los médicos y enfermeras no sabían qué
hacer. Porque si ya nadie moría: ¿para qué estaban ellos? Entonces hubo miles
de profesionales con crisis de identidad mientras que varios abandonaron la
ciudad creyendo que una maldición había caído en aquel lugar. Aunque
prontamente notaron que en otras partes del planeta sucedía lo mismo.
Mientras esto sucedía abajo, arriba los ángeles no se
atrevían a molestar a su Señor por una banalidad como esa, aunque la realidad
era que no sabían qué hacer. Bajaron a la tierra para tener una idea representativa
de lo que estaba sucediendo y pronto notaron el caos en el que el mundo se
había convertido. Tanto que, espantados, algunos de ellos quisieron hablar con
el mismísimo Dios. Y el debate se armó.
-Esperen, no perdamos la perspectiva… en algún momento la
Parca volverá.
-Si… pero ¿cuándo? Ni siquiera sabemos dónde está… y ¿si
renunció?
-¡No puede renunciar…! ¿O sí?
-Tendremos que hablar con el Ángel de la Guarda…
-Pero él está…
-No importa… algo deberá decirnos.
Acto seguido, mientras que la gente enloquecida desafiaba su
propia mortalidad saltando desde las alturas o estrellando sus autos contra los
árboles, incluso disparándose armas antiguas en duelos sin sentido, los ángeles
fueron hasta donde el Ángel de la Guarda se encontraba. Allí, el pobre estaba pálido
y desencajado.
-¿Sabés donde fue la Parca?
-Es terrible… su trabajo es terrible. ¿Cómo puede…?
-¡Enfocate por favor! Esto es importante… la gente no se
muere y si Dios se entera…
-No sé cómo lo hace… ¡no sé a dónde se fue…! solo dijo que
pronto volvería…
Estaban perdidos. Esas palabras del ángel se convirtieron en
una sentencia para todos, tanto que enmudecieron ante la posibilidad.
Lo peor de todo fue que no sólo ellos estaban preocupados por
los eventos recientes. El Infierno se encontraba agitado porque ya no bajaban
condenados con los que alimentarse. Pero a diferencia del Cielo, en este caso,
el Diablo estuvo al tanto de inmediato. Y por ello abandonó su cálido hogar
para hacerle una visita al que un día fuese su amigo.
-Ellos creen que no lo sé… me causa gracia… y vos te viniste
hasta acá…
-Bueno… es una excusa para saludarte y preguntarte como está
todo por aquí arriba.
-No tan cálido como en tu hogar, si eso es lo que preguntás
–dijo Dios con sorna a lo que el Diablo sólo hizo una sonrisa -Está todo
demasiado perfecto, ahora que lo mencionás…
-Ah, ya veo. ¿No estarás pareciéndote a mí, no?
Ahora el que reía era Dios.
-Jamás. Pero me he dado cuenta de que mi personal está muy
acostumbrado a que las cosas estén acomodadas, perfectas… ya ves, ante la
primera crisis en milenios nadie sabe qué hacer. Y lo peor de todo es que nadie
acudió a mí.
-¿Por qué será eso…?
-No me vengas con tus enrosques, amigo. No voy a caer en tu
juego, pero sí es algo para pensar. No sé si me temen o qué. Pero lo cierto es
que yo sé dónde está la Parca y nadie me vino a preguntar. Entre tanto, me
divertí observándolos. Ver cómo ellos intentaron sobrellevar lo imposible, es
gracioso.
-Bueno como verás, yo no tuve inconvenientes en venir de
inmediato… al menos te lo debo.
El Diablo le guiño el ojo y retornó al inframundo. Mientras
tanto, los ángeles que estaban en la tierra, ya no sabían que hacer. Consolaban
a los suicidas, prometiéndoles que la muerte pronto les llegaría, a los
moribundos que el descanso eterno estaba a la vuelta de la esquina, pero la
verdad era que ni ellos estaban convencidos de sus palabras.
Entonces, Dios llamó a una reunión urgente y los ángeles
asustados concurrieron de inmediato. El silencio que se instaló en aquel lugar
fue tremendo. Peor que en un velorio. A decir verdad, más de un ángel deseó
estar en un velatorio, porque eso significaría que la Parca había vuelto. Pero
ese silencio tenía un significado que el Señor entendió: miedo. Lo que les
provocaba no era respeto sino temor. Y esa no era para nada la idea.
Dios tomó la palabra. Aunque más que la palabra, el acto.
Apareció junto a la Parca que fue enviada de inmediato a la Tierra, mientras
que los Ángeles, aterrados, no sabían dónde esconderse.
-Espero que esta prueba les sirva para algo… cada uno sabrá
para que… lo que a mí me enseñó es que al parecer infundo temor… y lo más
revelador de todo fue que aquel que creía mi enemigo, fue el único que se
acercó a decirme la verdad…
Todos se miraron, más de uno suspiró, pero todos entendieron
que esa fue la gran revelación.
Autor: Misceláneas de la oscuridad – Todos los derechos
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