Sube. Trepa desde mis pies hasta mi
estómago. Va a la velocidad de la luz, lo sé. Es como una descarga que la
tierra me da; una advertencia, casi un castigo. Llega y se anida allí en la
mitad de mi cuerpo, como esperando. Y lo hace, espera. Se toma tiempo, como la
venganza. Entonces, luego de unos segundos, explota. Es una bomba atómica dentro
de mi cuerpo que hace estragos y marca el cuerpo, a fuego. Y no se detiene. Sigue
trepando, más arriba y más. Llega hasta mis ojos los invade, los irrita. No hay
forma de pararlo; surge. Brota, inconmensurable como el mar y con la fuerza de
un tornado, de miles. Y me destroza aún más por dentro, me hace trizas. El cuerpo
sufre, la carne grita. Yo estoy en silencio. Mis labios se contraen, pero no
dicen nada.
La marea no se aplaca. Intento
frenarla, contenerla, pero sigue avanzando. Los pensamientos se agolpan, surgen
sin ser llamados. Utilizo todas mis fuerzas para apaciguarlos, para sofocar el
sentimiento. No importa, no sirve. Llega a mi cerebro, se anida en mis
recuerdos y va a estar allí por siempre. Y cada vez que se abra dolerá, y se ampollará
y se hará cicatriz para nuevamente reabrirse y doler.
Y lloro mucho. Y me apeno. Las lágrimas
brotan, también muchas, miles. Y mi cuerpo convulsiona por el llanto y me libero.
Me siento liviana, puedo flotar. Si me
concentro, podría volar. Pero dejo mis pies en la tierra, es que me provocó
minutos antes. Y el cuerpo se vacía todo porque toda la tormenta se retira,
como si hubiese renunciado. Como si la hubiese vencido. Y me siento mejor y
ahora me invade otra cosa. Es agradable. Me hace cosquillas y siento mariposas.
El llanto dio paso a la liberación y así pude dejar entrar a ese rayo de sol
que me invita a ser feliz. Y también lo guardo, lo anido. Y la felicidad llega,
aunque sea por un ratito.
Autor: Misceláneas de la oscuridad - Todos los derechos reservados 2015
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