Zaroti
observó al reo a través del vidrio. Era un hombre joven, que aparentaba más de
lo que realmente tenía. De ojos claros y cabello oscuro, apenas si tenía unas
cuantas canas. Pero el rostro estaba surcado por varias arrugas, esas que
aparecen cuando uno anda preocupado por demasiado tiempo. En la frente, en la
comisura de los labios. Las manos esposadas temblaban. Eso decía algo. Quizás
era inocente. Quizás la vida no había sido lo suficientemente buena con él. No
parecía un terrorista, aunque el oficial no sabía cómo se vería alguno. No
luego de tanto tiempo.
Tuvo que
rescatar la vieja sala de interrogatorios. Corrieron varios muebles, ficheros y
unas computadoras viejas. Fue todo improvisado ya que la usaban de depósito
desde el año 2137. O quizás del 35. No estaba seguro, aunque si perplejo. No
creyó vivir para ver esto otra vez. No estaba preparado.
—Es
imposible. —dijo el Doctor Lenz luego de escuchar la historia por parte de
Zaroti.
—Lo sé.
Dije lo mismo, pero ahí está. Fueron meses de trabajo. Este es el resultado.
Selenio Roca. ¿Quién nombra a un hijo Selenio? Es la cabeza de una organización
terrorista.
—No. No
lo creo. ¿Cuánto hace que no hay una denuncia siquiera por robo? ¿Veinte años?
—Tal vez
más. Por eso lo llamé, doctor. Necesito saber si la operación es real...
—Tiene
que serlo. No hay mentiras, no hay estafas...
¿por qué alguien como él haría algo así? ¿Acaso no somos mejores que
antes?
—Quizás
para él eso no es correcto. Cuando yo era chico mi abuelo decía "Lo de
antes era mejor". Quizás este fulano añora esos tiempos.
—Tiene
que haber algo más... No puede ser tan simple.
Zaroti
se encogió de hombros y entró a la sala de interrogatorios. El doctor Lenz se
quedó del otro lado del vidrio observando, analizando los gestos de este tal
Selenio que había provocado toda clase de sensaciones en el departamento de
policía. Y en el propio doctor, por supuesto.
—¿Dónde
está el dispositivo?
—No sé
de qué me habla
El
doctor Lenz se acercó al vidrio.
Con enorme sorpresa notó que el reo mentía. ¿Cómo era posible eso? Había leído
en los viejos libros de la Academia que cuando una persona mentía, el cuerpo
desarrollaba un lenguaje propio. Con los ojos, los brazos, incluso los labios.
Todas las señales estaban ahí. Selenio era un libro abierto. La cuestión era
¿Cómo? Y ¿Por qué?
—¿No lo
sabés?
Zaroti
dio un golpe en la mesa. El ruido provocó un enorme eco. Lenz observó al agente
de policía. Vio su frustración. El enrojecimiento de su rostro. El puño
crispado, los nudillos pálidos. Esa era la reacción a una evidente mentira:
enojo, violencia. Ambos personajes parecían extraídos del pasado. Pero no había
máquina del tiempo.
—Encontramos
un laboratorio en el sótano de tu casa. ¡Un laboratorio! ¿Para qué mierda lo
usabas?
—Eso es
personal
—Sos
biólogo...hay rumores. Uno de tus compañeros te vendió ¿entendés? Ya no tenés
escapatoria.
Selenio
agachó la cabeza. Una gota de sudor recorrió su mejilla derecha. Sus labios
temblaron levemente. Entonces dio una dirección. "Ahí está la bomba
biológica", fueron sus palabras.
Zaroti
salió triunfal de la sala de interrogatorios. Sus compañeros le palmearon el
hombro y de inmediato diseñaron un plan para desactivar la bomba y aprender al
resto del grupo terrorista.
Unos
cuantos minutos después, la seccional policial se sumergió en un profundo
silencio. Todos se habían ido armados con lo que tenían a desactivar una bomba.
El doctor Lenz continuó observando a Selenio. Escondido. En la puerta de la
sala de interrogatorios, un cabo cuidaba que nadie entrara o saliese. Apenas
estaba armado con una cachiporra. Las armas se habían eliminado quince años
atrás. Ya no había que proteger nada. La sociedad se había convertido en
civilizada y altamente pacífica. Eso había traído prosperidad, eficiencia en
las tareas. Productividad. El departamento de policía, las fuerzas armadas en
general eran casi ornamentales.
Lenz
estaba intrigado en todo esto. "Se rindió demasiado fácilmente",
pensó. Decidió
que entraría para lograr algo más, aunque no estaba seguro de qué.
—¿Por
qué armar tanto circo y rendirse tan rápido? —preguntó Lenz.
Selenio
levantó la mirada y el doctor pudo jurar que le brillaban los ojos. Pero solo
se trataba de eso llamado intuición. Algo que había muerto con el resto de las
sensaciones.
**********
"Despejado",
se escuchó gritar en el sótano. "Despejado", se replicó en cada
habitación. "¿Dónde está la puta bomba?", Zaroti se sintió molesto,
enojado. Esa sensación había aparecido en la sala de interrogatorios y no se le
iba. Ni siquiera cuando sus compañeros lo felicitaron por lograr la confesión.
Había una especie de violencia creciendo dentro de él, algo desconocido por su
generación. Algo inmanejable para la humanidad.
—Busquen
algún dispositivo. Algo... Algo que pueda contener un virus. Lo que sea...
Zaroti
sintió la humillación trepar por su estómago, anidar ahí y convertirse en más
rabia. Y frustración. Necesitaba encontrar a los responsables. Era imperativo
encontrar algo. Sino todo sería en vano y Selenio saldría esa misma noche. Sin embargo esa emoción, la ansiedad de
hacer el bien era algo
completamente nuevo. Solo había
escuchado historias. Ahora lo
vivía, lo sentía en sus entrañas.
—Me voy
a la estación a sacudir a ese tipo. Cualquier novedad me lo hacen saber de
inmediato. Esto es de vida o muerte, muchachos. ¡A trabajar!
El ambiente estaba eufórico. Todos buscaban, rompían, allanaban. Era un circo nuevo y excitante. Entonces Zaroti que salió con velocidad
y deseos de golpear a Selenio.
***************
"¿Por
qué está tan tranquilo? Al parecer está seguro de que nadie encontrará nada en
su casa. Asumo eso.", escribió el doctor en su libretita de campo.
—Sabés
que no van a encontrar nada. Por eso estás tranquilo. ¿Por qué dar ese dato
fácil, Selenio?
—La
paciencia es la virtud de los ganadores.
—Hacerte
el enigmático no te va a ayudar
—¿Quién
dijo que quiero ayuda?
"Es
una persona confiada en sí misma. Sin embargo cometió los errores suficientes
para ser encontrado".
—A pesar
de eso, te ofrezco ayuda. Para que tu sentencia no sea de por vida.
—Entonces
sos el policía bueno
—Acá no
hay buenos o malos. Todos queremos lo mismo, el bien común.
—No me
malinterpretes. No te pregunté si eras el policía bueno. Lo sé. En unos
minutos, el policía malo va a entrar y me va a golpear intentando sacar alguna
información útil, que por supuesto no conseguirá. Y me golpeará hasta romper
sus manos...
—¿Sos
adivino, entonces?
"El
hombre padece severo episodio de grandilomanía. Cree ver el futuro, predecirlo.
Seguramente sufre de alguna condición que lo predispone a la psicosis y a
delirios de grandeza. Eso lo salvará en la corte si no demuestro que finge. Lo
cual estoy seguro que es así".
Selenio
le sonrió al doctor y éste se levantó de la silla y salió. Fue hasta la máquina
de café y se sirvió uno. Algo no le terminaba de cerrar, una idea, una
posibilidad. Todo esto olía mal.
—¡Contestá
hijo de puta!
Lenz
salió corriendo y entró a la sala de interrogatorios. Ahí vio materializada las
profecías que Selenio había hecho minutos antes. Vio como Zaroti golpeaba sin
parar el rostro del hombre que apenas se resistía. Vio la violencia, el mal, la
indisciplina todas juntas en el cuerpo de un hombre que jamás había lastimado
ni a un insecto. ¿Cómo era posible? Sin dudar, el doctor se arrojó sobre el
policía y con un enorme esfuerzo, lo sacó de la habitación.
Brevemente
las miradas del doctor y el reo se cruzaron. La sangre, la risa, la locura.
Todo estaba ahí presente. Sin sentido, sin precedentes inmediatos. Lenz supo
que estaba perdido. Él y la humanidad entera.
Dejó a Zaroti
en su oficina y entró nuevamente a la sala de interrogatorios. Observó a selenio a los ojos. Estaban inyectados. La frente sudorosa y las manos con un
temblor más acentuado que antes.
—Lo lograste...nos engañaste a
todos ¿verdad?
Mientras
Lenz se acercaba y constataba que eso que veía eran síntomas de una infección
viral, selenio comenzó a reír a carcajadas.
—La bomba biológica...
—Siempre fui yo. Cuanto más tiempo pasaron conmigo más
se infectaron.
Lenz sintió como se modificaba
todo, la estructura de sus sentimientos, la frustración. El odio. La violencia comenzó a crecer en él como lo había hecho en Zaroti.
—¿Por qué? —le preguntó a selenio.
—¿Porque? ¿Me estás cargando? ¿Acaso
no ves en lo que nos convertimos? Ya no somos seres humanos. Somos
computadoras, seres sin sentimientos, sin rencores, sin malicia.
—¿Está mal eso? Somos mejores...éramos, en realidad.
—Tranquilo, ya va a cambiar de
opinión.
Lenz,
rendido y afiebrado, se marchó de
la comisaría para ya nunca volver. Comenzaba
otra era, una nueva donde la humanidad cambiaría drásticamente. Lo preocupante de la situación fue la
última frase de selenio " La
pregunta importantes aquí es ¿quién más se beneficia con esto, mi amigo?".
Ese universo de posibilidades lo
trastornó y le abrió la puerta a miles de otras sensaciones dormidas. Sensaciones
que lo llevaban a lo oscuro de su psiquis, de su alma. Y estaba seguro que no quería vivir en un mundo así.
Autor: Soledad Fernández (Misceláneas) - Todos los derechos reservados 2017
No hay comentarios.:
Publicar un comentario