El se despertó y no sabía muy bien donde se encontraba. Su
cabeza daba vueltas y era raro, porque nunca le había sucedido antes. Nunca en
toda su existencia, que era larga, había sentido siquiera una jaqueca o un
mareo. Su salud era impecable y debía ser así. Entonces, estaba extrañado ya
que sin previo aviso, la nada. Todo a su alrededor se había vuelto oscuridad. Y
eso era ironía pura para él.
Quiso incorporarse y notó que estaba fuertemente
atado a una silla. “¿Cómo terminé atado?”, pensó. Y mientras deliberaba acerca de
la situación que estaba atravesando se dio cuenta de que a unos metros suyos,
sumido en la oscuridad, alguien estaba observándolo. Escondida en la penumbra,
una persona miraba con cierto temor. El podía sentir la respiración entrecortada
y su corazón acelerado. Quería decirle algo pero ¿qué? ¿Le diría acaso que se
había metido con alguien muy importante? El mismo, a esas alturas, no sabía si
era muy importante. Era relevante para el mundo si, pero ¿importante? Le
pareció gracioso estar cuestionándose así y casi se le escapó una carcajada. Jamás en toda su existencia había
cuestionado la relevancia de su tarea y ahora le interesaba saber si era o no
importante.
Claramente estaba divagando. Debía comunicarse con
su captora ya que todo eso era un error. Le diría que debía desatarlo, en lo
posible sin tocarlo ya que si siquiera lo rozaba con un dedo, habría graves consecuencias que él no podría
manejar. Tal vez era eso lo que lo trastornaba. No tener la libertad de tocar o
hacer lo que se le antojara cuando se le ocurriese. Su trabajo le llevaba 24 horas
al día, sin descanso. Sin descanso…entonces un pensamiento lo asalto: ¿Cuánto
tiempo había estado desmayado? Su tarea era imprescindible, tal vez no
importante, ¡pero era relevante! “Estoy enloqueciendo” se dijo en voz baja. Y
la joven que lo estaba observando escondida en la penumbra del cuarto, se
sobresaltó al escucharlo.
-Hola…- le dijo él.
Del rostro de ella, solo se podía ver el brillo de los ojos. Tenía unos bellos ojos, algo tristes tal vez, pero hermosos y
sinceros. El se dio cuenta de que pocas veces se había detenido a ver los ojos
de la gente. En su trabajo de 24 horas al día, donde casi no tenía descanso,
con el mundo como su oficina, apenas tenía tiempo de pensar en su propia
existencia, relevante pero cuestionablemente importante.
“¡Ya basta!”, se dijo y la chica se sobresaltó otra
vez. Al parecer con el Hola había
logrado algo, pero con esa frase convenció a la mujercita de que él estaba
simple y llanamente loco. ¿Y si eso era lo que estaba pasando? ¿Si realmente estaba
loco? No…él era trascendental para este mundo. Pero ¿por qué no recibía ayuda?
Seguramente su jefe no estaría enterado de este secuestro, sino ya habría
actuado de alguna manera… o tal vez esa era exactamente su forma de actuar. Se
había cansado de él y quizás ya le habría quitado el trabajo y esa era
la forma de notificación de su despido: ¡un secuestro! Era demasiado…él jamás
le haría algo así. A nadie.
-No me tengas miedo, querida…no te voy a hacer daño…
¿O si? Y ¿si ella estaba en su lista? Es más, no
sabía donde estaba su listado. Tal vez entonces, ella sabía quien era él y todo
esto si había sido un atentado pensado y perpetrado para eliminarlo del
universo. Pero él, con las décadas, se había convertido en una pieza clave del
engranaje que componía el mundo. Su labor era casi detestable, pero contribuía
al equilibrio cotidiano, a la fina telaraña de la vida. Gracias a él grandes
cosas habían sucedido y otras tantas terribles, no. O al menos así quería verlo
él.
-¿Cómo te llamás querida?
- Eva- le contestó ella.
El se dio cuenta de que eventualmente Eva debía
hacer con el prisionero, o sea él. No podría tenerlo atado allí para siempre.
Pero, ¿Qué haría ella, entonces? ¿Lo mataría? El observó su rostro. Trató de
leer sus pensamientos y no lo logró. Conocía la crueldad y la maldad humanas.
Ya las había visto muchas veces. Pero en ella no existía nada de eso. Aunque
los seres humanos eran sorprendentes. A veces hacían cosas impensadas, sobre
todo ante la desesperación…
-Que curioso que te llames Eva. Como la primera
mujer de la humanidad, madre de todos…- suspiró y continuó arriesgándose a
perder todo -Querida Eva, te tengo que preguntar algo: ¿Sabés quien soy?
Eva se le acercó un poco más. No demasiado. Al
parecer no quería darle opción a escapar o siquiera intentarlo. El se quedó
meditando. Intentaba recordar si ella estaba en la bendita lista. La lista.
¿Dónde estaba la lista? ¿La habría encontrado ella? Si tan solo pudiera zafarse
de sus amarras.
-No- le contestó Eva.
El la miró aliviado. Entonces, ¿qué estaba
sucediendo?
-Y ¿porque, me tenés acá atado? No entiendo…
Eva lo miró y él recordó el golpe que ella le había
propinado en su cabeza. “Tal vez fue muy intenso y le provoqué alguna clase de
amnesia”, pensó la muchacha.
-¿No te acordás nada?- Le preguntó ella
-¿Que tendría que recordar?-
Él era muy hábil. No quería dar demasiados datos ya
que si ella no sabía quien era él, no correría riesgos. Además, no le iba a
facilitar su identidad. Era peligroso. Para ella y sobre todo para él. Si su
jefe se enteraba, su trabajo estaría en jaque. Y si bien no era del todo
importante, era relevante.
-Yo te golpeé en la cabeza con ese bate. Te
preguntarás porque. Bueno yo estaba descansando en la cama, esa que está ahí-
dijo señalándola con el dedo casi de una forma infantil y hasta contemos por la
futura reacción de su prisionero ante la verdad que ella le estaba contando- y
sentí frío. Eso me despertó y ahí te vi inclinado sobre la cuna de mi hijita…me
desesperé y agarré lo primero que tuve a mano…no quise lastimarte. Bueno tal
vez si. ¿Qué hacías inclinado en la cuna de mi hijita?
Eva hablaba pausadamente y casi susurrando. No
quería despertar a su niñita que seguía descansando plácidamente bajo su mirada
atenta y estresada. La mirada protectora de mamá. El la miró y entendió.
Entendió no sólo que su trabajo era importante, relevante, imprescindible o
trascendental.
-¡La lista! ¡Tenés la lista!
-¿Que es esta lista? ¿Porque mi hija figura en esa
lista? Y todos esos nombres… ¿Son los chicos que vas a secuestrar? ¿Sos un
secuestrador?
-¡No! Eva te juro que no…
-Y ¿entonces? Por que estabas sobre mi hijita?- ella
lloraba de desesperación
-Tranquila…yo soy…un Ángel
Eva lo miró y sus lágrimas se frenaron en seco.
-¡Por favor! ¿Me viste cara de tonta? ¿Que ángel se
viste de negro…?
Y Eva se dio cuenta, en ese preciso instante, en ese
momento único, que su prisionero era la Muerte misma…
Autor: Miscelaneas de la oscuridad